martes, 16 de diciembre de 2008

Alita en Maracaibo


Después de un largo año académico, al fin me encuentro en mi tierra Venezuela, específicamente, en mi ciudad natal Maracaibo. Los síntomas son indiscutibles:

El calor infernal

Las colas interminables

El manejo absolutamente descabellado

Los pastelitos, los patacones

Las rumbas

El vallenato

Los gritos en la calle


Sí. He llegado a tierra zuliana. Me embarga la emoción tal y como dice la famosa gaita, ya hasta pasé el puente y se me hizo el nudo en la garganta. Cuando uno vive lejos, todas estas cobran valor y hasta aquello negativo que nos molesta puede llegar a despertar una gran nostalgia.


En cuanto a mis amistades y familiares: sin comentarios. Honestamente, no tengo palabras que describan acertadamente el cálido recibimiento que me han brindado y las atenciones recibidas, todo esto teniendo en cuenta que no tengo ni una semana acá.


Y mientras en mi tan querido pero tan odiado Oxford (nuestra relación es algo contradictoria) están haciendo -5° con nieve, yo estoy disfrutando plenamente de los 88° que hay en la tierra del sol amada.

Es todo por esta vez, me esperan unos tequeñitos y una vaso de papelón con limón.

¡Voz Veis!